10-RAKY

Ella se presento en mi vida como un molde de barro. Tímido. Frío. Cobarde.
Un ser que me amaba tanto que fustigo su cuerpo con sonrisas viendo mi vida pasar con otras que no eran ella.

Ella, feliz de mi felicidad, no podía evitar pensar que era capaz de superarlas. Jugaba con ventaja. Me conocía plenamente.
Decidió esperar su oportunidad. Sabía que en algún momento me daría cuenta de lo que tenía delante. No la importaba cuanto tardase.
Se convirtió en mi confidente. Mi mejor amiga. La persona con la que cruzaba un pueblo entero por pasar un rato con ella y hablar.
Antes de que yo hablase ella sabía lo que iba a decir. Aún así siempre se sentía sorprendida.
Entendía mis miedos. Mis alegrías...

Pero mis labios besaron los de su mejor amiga. Un día tras otro superó con compostura y alegría ver esa escena y sufrir nuestros pormenores.
Luego apareció ella, su siguiente amor platónico...y sus labios también los probé. Unos inalcanzables, en un principio, para cualquier chico.
En quien podía confiar?

Se transformo. Duplico mi ser escogiendo, en momentos de rabia y odio, las características que ella pensaba que la volverían mejor.
La conseguiría a ella o a mi...pero alguno de los dos tenia que caer en sus brazos.

Sin saberlo cree un monstruo.
Quería mi poder. El poder de escapar al dolor. De ser inmune a lo ajeno, absorberlo. Transformarlo. Digerirlo. Alimentarse y sonreír.
Ella quería sonreír. Quería mi poder.

Escogió el peor camino. Empezó la casa por el tejado. Intento ser mi reflejo. Imitarme a la perfección. Pero no era capaz de entender las consecuencias de calcar una forma de ser cada vez mas caótica y simple sin haber llegado a comprenderla. Sin haber sido capaz de digerirla. Sin entender los porqués de mis respuestas solo consiguió falsas respuestas para si misma. Ñapas. Parches que tapaban las fisuras de un concepto agrietado. Dejó de ser ella. Se volvió un veneno imposible de parar que termino separandola de nosotros.

Se unió a otras serpientes de distintas calañas que aprendieron a silbar los cánticos que ella quería (o necesitaba) escuchar. Yo la deje a tras.

Pero consiguió, si lo quiere celebrar, ser una de las pocas cicatrices que han superado mi coraza y han rayado mi cristal.