14-EL PRECIO

Llegaba tarde.
El vuelo no iba a esperar por el. Es lo que tiene este mundo donde hay tanta gente que todo se vuelve impersonal. Donde todos vamos pillados de hora. Donde, si no despega a su hora, no aterrizara a su hora y otros perderán su próximo vuelo.

Daba igual la excusa. No importaba que el protagonista de esta historia se entretuviese en la comida con su hijo porque este se clavo un cuchillo. Tampoco que el cordón se rompiese. Que se olvidase la maleta y se diese cuenta en el portal. Y explicar de nuevo a su hijo que el viaje no era tan corto. Que tenia que volver a salir.
Daba igual que el siempre fuese puntual. Mas que puntual. La hora iba detrás suya. Siempre el primero en reuniones y eventos.
Daba igual porque el piloto no es conocedor de su fama. Siquiera lo tiene agregado en el Facebook. Imposible que le espere.

La cabeza ardia. El oxigeno era inflamable en sus pulmones. Le dolía en cada aspiración. Sus ojos vidriosos. Sudada la frente. Piernas blandas soportaban su peso. Para colmo nunca fue buen atleta. Ademas hoy no tenia coche porque su mujer se hallaba en un atasco. No creo que le importe al piloto.

En esos momentos queremos ser Truman en su puto Show. Que las miradas se fijen en nosotros y nuestro esfuerzo. Que el publico envíe sms "salvarSI" al 5555 porque me lo merezco. Que se pongan los semáforos en verde como mareas para Moisés. Llegar al metro y que cambie el plató y aparecer en el aeropuerto. Victorioso cruzar la maquina de metal que no reconocerá ninguno de los metales que tenga en su cuerpo. Nada de retenciones. No le importa correr hasta el metro y tomar aire en el vagón pero que el avión no le deje en tierra.

Esquiva haciendo zigzag entre la muchedumbre. Normalmente la calle esta mas vacía pero hoy pondrá a juego todos sus reflejos. Al máximo sus músculos acelerando y frenando. Colandose entre la gente. Envidioso de su hijo y su felino movimiento al jugar al baloncesto. A 45 metros su meta. El metro. Un descanso para su dolorido cuerpo. Ataja entre dos coches y de la nada un destello azul y un imperioso ruido que se hace dueño del instante. Solo queda silencio y expectación.

Desde el autobús veo la escena. Apoyado sobre mi mano. Mi codo apoyado al cristal. Mi vista de reojo mientras los viajeros se acoplan al mismo lado del autobús. Deseosos de ver la sangre correr en la acera y contarles a sus amigos el desastre que vieron y que, de seguro, les provocaría pesadillas y visitas al psicólogo durante unos años.
Pero no. La tecnología de frenado en la que invirtió 2.000€ de mas el conductor salvo al frenético hombre. Sus manos sobre el capo del coche. Mirando fijamente al conductor. Podia ver que el era la muerte disfrazada de joven con un coche tuneado. Pero se arrepintió de su vida en el ultimo momento.

Sus ansias de llegar al vuelo tocaron fin. La adrenalina se acabo y como si fuese el fin del chute de cocaína se cayo rendido al suelo. De rodillas. Llorando.
Cuanto valía la vida de ese hombre? 300€ de viaje en clase turista? Una reunión importante? Evitar una discusión con su jefe? Cuanto tendría que pagar para vivir un año mas?
Esta claro que ya tendrá tiempo de pensar en ello. En algún momento de su vida recordara ese instante y estaría deseoso de haber sido arroyado. Pero en este momento no. En este momento su vida valía mas que los motivos que le hicieron cruzar sin mirar.

Dio media vuelta.
Ahora le tocaba explicar a su hijo que su viaje ya había terminado. Mas rápido que nunca. Termina los deberes que hoy salimos al cine.