38-ESNIEVE

Poseía una mirada tan fría que lloraba copos de nieve.
Pero no era un frío desolador. No era un frío malvado. Ni distante. No era un frío corrompido. No era un frío que te helase los huesos.
Mas bien es el frío que te refresca del calor del verano. El frío puro. El de la montaña. El que te sana. El que aligera tu cuerpo en cada bocanada.
Era el frío con el que ves tu propio vaho y te sientes vivo. El frío con el que traspasas el calor de tus manos a su nuca.
Era un frío sano. Curativo.
El frío que solo la inocencia de una mirada inocente puede transmitir